jueves, 17 de junio de 2021

Cinco Historias

1 - Hare Kryshna

En setiembre de 1991 fui al aeropuerto de San Francisco a embarcarme en un vuelo que me

traía de vuelta a Montevideo, cuando llegaba a la puerta me crucé con un joven monje que vendía libros del movimiento Hare Krishna.

El muchacho me saludó y se acercó a mí.

-     Buen día señor, estoy vendiendo estos libros que le pueden ayudar en su camino espiritual.

-     Ah bien, pero lamentablemente no puedo comprarte nada estoy volviendo a mi país y prácticamente no tengo dinero.

El muchacho me miró con su dulce sonrisa, asintió con su cabeza, miró sus libros y eligió uno de ellos.

-   Ya veo, Señor si usted me permite, quiero regalarle este libro, si usted me promete que lo leerá.

Yo miré al joven, luego al libro que me ofrecía, y sin saber por qué le respondí:

-      De acuerdo, lo acepto, lo leeré.

-      Que tenga un buen día señor, y un buen viaje.

-      Gracias.

El muchacho saludó con una reverencia, giró su cuerpo y caminó hacia otras personas cercanas.

Lo miré por unos segundos, después miré el libro que me había regalado, su título era “La ciencia de la auto realización” de Swami Prabhavupada, me di vuelta y caminé para entrar al aeropuerto.

En aquellos años los viajes largos se dividían en muchas escalas, mi primer vuelo era hacia la ciudad de Los Ángeles, apenas el vuelo comenzó, saqué el libro de mi mochila y comencé a leerlo.

Por un rato leí, pero cuando llegué a la página 8 de alguna manera algo cambió en mí y no logré más concentración para leer y lo guardé.

Siguió el viaje de Los Ángeles a Panamá, luego a San Pablo, Buenos Aires y finalmente Montevideo, ya no me acordé del libro.

Cuando llegué a mi casa, coloqué el libro en la repisa biblioteca del corredor y pronto me olvidé de él.

El tiempo pasó, volví a Estados Unidos y en navidad de 1992 volví con mi señora y mi hija bebé que nació en Santa Cruz, California.

Un mes después de ese regreso, me contrataron para un trabajo que me llevó a vivir en Tacuarembó, en 1996 ese trabajo terminó y me encontré desempleado.

Fueron 8 duros meses sin trabajo que pasaron, parte de ellos los usé para practicar mucho Reiki en mí, pues me había iniciado en marzo y en setiembre participé en mi iniciación de segundo nivel, fue por aquellos días cuando en un momento caminando por el corredor de casa, vi el libro en uno de los estantes, y de pronto me dio mucha vergüenza, no había cumplido mi promesa.

Saqué el libro de allí y me puse a hojearlo parado en el corredor, unos minutos después busqué un lugar cómodo y comencé a leerlo nuevamente desde el principio.

Entre el resto del día y el siguiente terminé de leer el libro y me fascinó. Un rato más tarde me preguntaba, ¿por qué no habría podido leerlo en aquel largo viaje en 1991? Y, ¿por qué en ese momento lo había leído sin parar?

Mi conclusión fue, no era el momento antes, es decir yo no estaba pronto para leerlo y tomar de ese libro la enseñanza importante que tenía para mí.

Bien, poco después encontré un nuevo trabajo que me quitó del desempleo, el puesto era, técnico de mantenimiento de computadoras. Estuve tan sólo un mes y poco en él, pues pronto encontré un trabajo mucho mejor, como técnico para reparación y mantenimiento de equipos médicos.

Seguramente la energía del Universo me estaba favoreciendo en esos tiempos pues 7 meses después, me llamaron de la empresa representante de Nortel Networks y me ofrecían un puesto como técnico a cargo de una nueva central regional de celulares, con la condición de moverme a vivir en la ciudad de Treinta y Tres.

Comenzaron años de prosperidad, la empresa me pagaba el alquiler de una gran casa.

Poco antes de mudarme había comprado otro libro de Swami Prabhupada, “Un gusto superior” ese libro me venía muy bien, pues desde marzo de 1996 yo me había vuelto vegetariano y ese libro servía para aprender cocina hindú.

En aquellos tiempos, me contacté vía internet con el movimiento Hare Kryshna en Montevideo. Unos meses después ellos me escribieron diciendo que el maestro principal deseaba visitar Treinta y Tres para realizar una conferencia, y si yo podría colaborar en promover su llegada y también encontrar un lugar adecuado para la conferencia.

Esa vez me comprometí en ayudar y cumplí con eso, hablé en la casa de la cultura de esta ciudad y también pegué en las calles algunos folletos que me habían enviado, para invitar a la gente a participar.

Cuando se acercaba el día de la venida del maestro y un grupo de discípulos, yo ofrecí hospedar al maestro en mi casa.

Así fue que cuando llegó esa gente, un grupo de muchachas pidieron permiso para organizar la comida en la cocina de casa, ellas se movían muy ágiles, alegres y devotas a su maestro.

A la conferencia asistió bastante gente, además fue muy interesante. Más tarde comimos la cena y poco después el maestro se disculpó para ir a meditar y descansar en su habitación.

Al día siguiente, después de desayunar, el maestro realizó una reunión de meditación en el gran living de la casa que vivía entonces, los devotos hicieron música y cantaron con mucha devoción.

Más tarde disfrutamos todos de un delicioso almuerzo, en la sobremesa el maestro hizo una seña a una de las jóvenes y ella trajo un libro, él dijo que me lo entregara, era el Bhagavad Gitá, con una hermosa encuadernación. Era el regalo del maestro en agradecimiento por mi hospitalidad y colaboración.

Antes de finalizar este relato quiero mencionar un relato que el maestro me hiciera esa mañana.

“Hace unos años estaba en Delhi por un encuentro y conferencia de maestros. Mi hotel estaba a algunas cuadras del centro de reuniones. En mi primera caminata pasé al lado de un hombre muy humilde que vendía arroz en pequeños montoncitos colocados sobre un viejo trapo en el suelo, al costado tenía un tazón de madera. El pobre hombre vestía harapos, esperaba sentado en el suelo con una sonrisa deslumbrante.

“Durante los días que duró el evento, cada vez que pasaba frente a ese hombre su sonrisa era la misma maravilla. Uno de esos días, cuando pasaba vi que un hombre le hablaba con curiosidad.

-       - "Dígame ¿cómo logra estar tan feliz viviendo en esta pobreza, durmiendo en la calle, bajo el sol, o la lluvia?

-       - "Señor, cuando logro vender mi tercer tazón, con ese dinero me alcanza para comprar cuatro tazones comer el arroz de uno de ellos y dejar para vender los otros tres tazones para vender mañana. Después de eso puedo disfrutar mi paz el resto del día.

-      - "¿No le gustaría vivir mejor?

-     - "Solo tengo mi tazón, no necesito nada más, nada porqué preocuparme, mucho para agradecer a Dios por esta vida.

 

2 - Cuatro monjes predicadores

Ya Eran varias las veces que en la reunión de los principales monjes de un templo comentaban su consternación por la situación de vida de los pobladores del gran pueblo cercano. Avinu el abad después de escuchar pacientemente a todos los ancianos monjes, finalmente comentó su idea.

-     Queridos hermanos, he considerado este plan, elegiremos a cuatro jóvenes monjes, que se establecerán en el templo abandonado del pueblo vecino.

Avinu hizo una corta pausa, respiró hondo mientras miró a cada anciano a su alrededor, y siguió.

-      Los elegidos irán primero a un retiro donde recibirán una preparación especial.

-     Pongo en compromiso a cada uno de ustedes a colaborar en esa formación.

Fue así, que los jóvenes fueron trasladados a una parte aislada del templo y a partir de ese día, solo tenían contacto con los ancianos monjes los que compartieron todo su conocimiento. El resto de los días los jóvenes meditaban.

El mismo día que los jóvenes comenzaron su formación, un grupo de trabajadores viajaron a la ciudad cercana y comenzaron a restauran el templo abandonado.

Luego de seis meses, el consejo consideró que aún no era suficiente el entrenamiento pensando en la difícil tarea que debían enfrentar. Entonces el consejo designó un monje mayor para que permaneciera como guardián del templo restaurado hasta que los jóvenes monjes fueran a ocuparlo.

Así fue que la preparación se prolongó una y otra vez hasta que luego de dos años, hubo consenso y los jóvenes recibieron el permiso de abandonar el templo y encaminarse a la gran ciudad, para comenzar a predicar.

Durante ese largo tiempo de preparación, el templo no solo había sido restaurado, sino que contaba además con una hermosa quinta y un bello jardín.

En dos carros llegaron los cuatro jóvenes monjes acompañados por cinco sirvientes quienes realizarían las tareas de servicio en el nuevo templo.

Cuando los carros estuvieron cerca vieron al guardián acompañado por otros dos hombres esperándolos en el umbral del templo.

Apenas bajaron de los carros, el monje guardián caminando con una amplia sonrisa y sus brazos abiertos les recibió diciendo.

-      Doy la bienvenida a los nuevos predicadores.

-      Gracias venerable. Contestó el joven Damón.

Los otros tres agradecieron, también sonrieron, mientras inclinaban sus cabezas al monje mayor.

-      Adelante, les mostraré su nuevo hogar.

En de la corta recorrida Damón volvió a hablar, ya que sus compañeros estaban inmersos en sus pensamientos.

-      Que hermoso ha quedado este lugar.

El guardián lo miró, luego a los otros y respondió.

-      Si así es… muy bien, mi misión aquí está cumplida y para mí ya es tiempo de volver al viejo templo, les deseo el mejor de los éxitos.

Poco después estaban los cuatro jóvenes monjes parados en el umbral del templo viendo alejarse al guardián y sus dos acompañantes.

Una vez que estuvieron solos, se miraron entre ellos, Gedus aspirando fuerte dijo.

-      Pensé que el viejo guardián quedaría con nosotros un tiempo hasta que nos acomodáramos.

Mateo había estado mirando a los cinco sirvientes que estaban parados esperando órdenes a pocos pasos de ellos, entonces dijo.

-      Si yo también, pero bueno, tendremos que hacernos cargo.

Todos asintieron mientras miraban a su alrededor, Damon agregó

-      Recorreré un poco más el templo.

Los otros lo miraron alejarse unos pasos y poco después todos lo acompañaron.

Cuando llegaron a las habitaciones, comprobaron que una de ellas era más amplia que las demás. Se miraron en silencio, hasta que Gedus comentó.

-      Cuando partimos del viejo templo en anciano abad no nos dijo quien quedaría a cargo de este templo…

-      O sea, quien ocupará esta habitación entre otras cosas… agregó con ironía Lucas.

-      Y quien oficiará las celebraciones y rituales. Agregó Mateo.

-      Sí, así es. Dijo Damon.

-      Bueno, yo no me considero adecuado para estar a cargo, decidan entre ustedes, dijo Lucas.

-      Yo creo que uno de ustedes dos debe ser, fueron los más destacados durante todo nuestro retiro. Sumó Damon.

Gedus miró a Mateo, por un momento ninguno habló. Gedus miraba la habitación mayor con un claro interés en ocuparla.

Para romper el incómodo silencio Damon preguntó.

-      ¿Cuándo haremos la primera celebración?

-      Sí, hay que dar aviso a la gente de la ciudad, agregó Lucas.

En ese momento Gedus no estaba interesado en los detalles de las celebraciones, se sentía angustiado pues no podía pensar en otra cosa que apoderarse de la habitación más grande. No respondió, miraba los detalles de esa habitación, un buen escritorio, una pequeña biblioteca, buena iluminación, entonces esperó que Mateo diera su opinión para buscar una mejor opinión y así ocupar él ese lugar tan deseado.

Mateo comprendió con bastante claridad los deseos del otro, sonrió un tanto y habló calmadamente.

-      Eemmm, pienso que debe ser este próximo domingo.

Sin dar tiempo a Gedus, Damon respondió

-      ¡Si claro!, es el día adecuado.

-      Estoy de acuerdo, sumó Lucas.

Gedus apretó sus puños y no dio su opinión. Mateo volvió a sonreír y sorprendió a Gedus diciendo.

-      Hermano Gedus, no nos compliquemos, me doy cuenta que deseas realmente usar esta habitación, no hay problema yo elegiré otra.

-      Bueno… eh… Eemmm, gracias. Si supongo que el domingo es el día adecuado.

-      Estamos todos de acuerdo, bueno creo que hoy todos podemos usar el resto del día para acomodarnos en nuestras habitaciones en calma. Mañana comenzaremos a preparar todo para el domingo. ¿Están de acuerdo?

Apenas dijo eso Damon se retiró a una de las habitaciones, mientras Lucas salió del templo a recorrer las calles vecinas y así conocer mejor los alrededores.

El día siguiente fue tranquilo, Lucas tomó la tarea de dar aviso a los vecinos de la celebración del domingo, con ello estaría recorriendo las calles por esos días y así evitó participar en las tareas de organización.

Un rato después que quedaron sólo los tres monjes, Gedus sintió que debía dar un paso más para convertirse en el regente del templo y pensó que tan sólo debía convencer a Damon para obtener la mayoría y así también asumir el rol principal del templo.

Gedus sabía que Damon era simpático y poco propenso a la lectura, le gustaba hablar y buscar las tareas más fáciles, así que reunió una buena cantidad de lecturas de salmos y antiguas oraciones y le dijo a Damon.

-      Hermano Damon, mira aquí tengo esta colección de oraciones, ¿me ayudas a elegir cuales podríamos usar este Domingo?

-      Eemmm, hermano Gedus, yo creo que tú podrás elegir adecuadamente… Elige tú.

-      Bueno… si así dices.

Con esa simple maniobra Gedus logró la mayoría y por lo tanto él oficiaría la primera ceremonia del templo.

Mateo miró a ambos con calma y pensó por unas respiraciones, entonces respondió.

-      Bien, quedan tres días para realizar algunas tareas en el templo, ya que tu Gedus harás la ceremonia, yo ocuparé mi tiempo junto a los sirvientes, les asignaré tareas para que todo esté adecuadamente pronto.

El domingo llegó, acudieron unas cincuenta personas, todo parecía alentador.

Pero el sermón de Gedus fue largo, usó muchas palabras poco utilizadas en el hablar popular y además agregó muchas referencias en lenguaje antiguo que esa gente no conocía, lo que aburrió imperdonablemente a muchos.

Varias personas que estaban en el fondo se levantaron a mitad de la ceremonia y se retiraron.

Gedus se molestó tanto que su cara quedó roja y tuvo que hacer un esfuerzo para continuar su ceremonia.

Cuando por fin terminó su sermón, casi todos se levantaron y se retiraron rápidamente, tan sólo unos pocos agradecieron al monje.

Más tarde, en la cena, Gedus continuaba molesto con las personas que se habían retirado.

Damon que había estado parado en la entrada del templo comentó.

-      Todos los que se fueron antes, estaban molestos porque no entendían nada lo que decías hermano Gedus.

Mateo asintió con su cabeza, y dijo,

-      Me parece que además las largas lecturas los distrajo y… yo arriesgaría a decir que se aburrieron, por eso, al terminar la ceremonia se fueron de esa manera.

-      Eso mismo comentaron sí, se aburrieron totalmente. Dijo Lucas eso comentaban mientras salían.

-      Bueno Mateo, entonces tu harás la próxima ceremonia y veremos qué tal te va con esta gente. Dijo bastante enojado Gedus, dicho esto, se levantó y se retiró a su habitación sin decir más.

A la siguiente ceremonia acudieron apenas treinta personas, Mateo, mencionó tan sólo unos pocos salmos, además dio su interpretación de cada uno de ellos, invitando a todos a reflexionar.

Mateo había logrado mejor respuesta de la gente, además al menos nadie se retiró durante la ceremonia, eso para Gedus marcó definitivamente una rivalidad. Esa noche durante la cena protestó

-      Mateo hoy no has mencionado importantes enseñanzas de los libros sagrados.

-      Gedus creo que no te adecuas a la realidad de esta gente.

-      Nos prepararon a todos para enseñar esos conocimientos y revelaciones, ¡no lo que a ti te parece!

Mateo no contestó inmediatamente, en vez miró a los ojos al exaltado compañero, que al parecer se sentía con derecho a acusar y reprochar, tal cual si fuera el líder de ese templo. Entonces aspiró hondo, hizo esperar un poco más su respuesta hasta calmadamente dijo.

-      Entonces hagamos así, tu predicas los domingos según tu criterio y yo lo haré los jueves a mi manera. ¿De acuerdo?

-      ¡No estoy de acuerdo con tu prédica, pero allá tú con tu conciencia!

Nadie dijo nada, y luego de un molesto silencio, Gedus se sintió satisfecho pues había logrado de hecho ser el predicador principal del templo, respiró hondo y con soberbia agregó. Además él quedaba con el día de descanso de los pobladores y dio por seguro que Mateo no tendría casi concurrencia en la mitad de la semana.

-      Bien, yo predicaré todos los domingos, así será.

Tres semanas después las cosas fueron distintas, se hizo evidente que la gente seguía preferentemente a Mateo pues acudía el doble de personas a sus ceremonias.

Gedus no paró de criticar a Mateo, pero este justificado en sus seguidores continuó en su camino. Entonces Gedus comenzó a enviar cartas al consejo del viejo templo acusando a Mateo de sus desviados caminos de prédica.

De cualquier manera, los feligreses eran cada vez menos para ambos.

Los días pasaron, pocas personas se acercaban al templo, y muchos de los que llegaban lo hacían por unas pocas veces y luego no volvían.

Lucas, era quien recorría más los alrededores por lo que había escuchado acerca del rechazo de los pobladores.

Damon con su simpatía obtenía comentarios de los pocos feligreses, así logró saber que sus rituales eran demasiado exigentes para las personas comunes y no soportaban las largas ceremonias.

Mateo aceptó la idea de simplificar aún más sus rituales haciéndolos más simples con la esperanza que la gente ya no desertaría.

Gedus, defendió toda su larga preparación y que por algo ellos habían sido preparados de esa forma y que sólo siendo respetuosos de aquella forma los feligreses podrían alcanzar la salvación. Se sentía desesperado pues no recibía respuesta del viejo templo y sus compañeros ya no aceptaban sus opiniones, su poca flexibilidad lo limitaba y al mismo tiempo lo alejaba cada vez más de la realidad, de la poca gente que acudía al templo sólo unos contados asistían a sus ceremonias.

Una noche los cuatro monjes intercambiaron opiniones durante horas sobre qué hacer, pero sí coincidieron en que Gedus debía acortar sus sermones, así que no tuvo excusas para negarse.

Mateo atendiendo las sugerencias de Lucas y Damon simplificó aún más sus ceremonias.

Las semanas pasaron, Gedus obligado por la realidad comprendió que debía dar una interpretación a los antiguos sermones y así lo hizo, Mateo cambió una y otra vez su prédica y si bien los rituales que condujo fue mejor aceptados, cada vez menos personas asistían.

Un domingo en la cena de la noche, el silencio pesaba entre los cuatro monjes. Cuando estaban todos terminando su comida, Lucas dijo.

-      Estoy muy preocupado, siento que hemos fracasado.

-      Es imposible predicar a esta gente con tan poca cultura, dijo Gedus.

-      Tiene que haber una forma de llegar a sus corazones, dijo Mateo.

-      ¿Ah sí? Pues entonces, ¿qué terminarás predicando para que te escuchen con atención?

Mateo no respondió, con su cuchara movió varias vueltas unos pocos granos de lenteja que quedaban en su plato, respiró y dijo.

-      Espero que el Señor me inspire con las palabras adecuadas.

Por unas respiraciones nadie dijo nada hasta que Lucas volvió a hablar.

-      Queridos compañeros, como les dije siento que he fracasado, hoy decidí abandonar el templo, pero no volveré al viejo templo, me iré conocer otros lugares, a recorrer el mundo y eventualmente hablaré de religión a quienes acepten mi prédica. Mañana por la mañana me iré.

Las cosas no mejoraron y obviamente, Gedus se quedó poco a poco sin seguidores, hasta que un día nadie concurrió a la celebración del domingo, ese mismo mediodía durante el almuerzo les comentó a sus compañeros que había decido abandonar su misión y volver al viejo templo.

Al día siguiente Gedus se fue acompañado por dos sirvientes, se fueron en una de las carretas tirada por dos mulas.

Damon prometió seguir ayudando a Mateo, pero ocupándose solamente de predicar en las calles insistiendo en traer de vuelta a la gente, así Mateo quedó a cargo de todo el templo.

Las semanas pasaron, Damon continuó tan preocupado por agradar a los vecinos que llegó el momento en que los continuos pedidos de cambios a Mateo crearon una diferencia irreconciliable. Mateo escribió una carta al gran abad del antiguo templo pidiendo ideas o ayuda, pero sólo recibió la respuesta que ellos habían sido suficientemente preparados para saber cómo continuar.

Un día, la diferencia de opiniones se transformó en una agria discusión que provocó que por algunos días ellos dejaron de hablarse. Pasado el rencor, volvieron a hablar, pero la única salida que encontraron era que uno de ellos quedaría al frente del templo y el otro buscaría su propio camino, al día siguiente Damon abandonó el templo para siempre y no volvieron a verse.

Algunos días después los tres sirvientes que habían quedado abandonaron sin aviso el templo llevándose la carreta restante y la última mula, como también la mayoría de los víveres.

Enfrentado a la soledad, Mateo comenzó a preguntarse si habría sido acertada la idea de modificar los rituales, pues de cualquier manera los feligreses eran tan sólo un pequeño grupo que variaba entre 5 a 7 personas, prácticamente nada en una población de más de mil personas. Una mañana durante el desayuno Mateo comprendió que él mismo ya no se sentía cómodo con su trabajo.

Así fue que poco a poco comenzó a volver a la tradición del viejo templo, pasaron los días hasta que un día el joven monje anunció a los tres feligreses presentes que haría un viaje al viejo templo a buscar consejo con el anciano maestro.

Mateo no contaba con nada en su templo que le ayudara a movilizarse, ya que todos los que habían abandonado el templo se habían llevado todas las facilidades de transporte, mulas, carros, todo.

El joven monje emprendió el viaje con calma considerando que el mismo viaje le ayudaría a poner las cosas en orden entre su corazón y su mente.

Muchos días después, llegó a la puerta del viejo templo, su vieja túnica sucia y sus sandalias remendadas y una evidente desnutrición, le hacía parecer un mendigo, los guardias no lo dejaron entrar, entonces Mateo pidió que algunos de sus viejos amigos se acercara al portal.

El cansado monje se sentó sobre uno de los asientos de piedra de la entrada y esperó. Pasó un rato hasta que llegó un viejo amigo que al verlo lo abrazó y acompañó al salón donde estaba el anciano abad.

Cuando Mateo llegó al gran salón donde estaban varios monjes hablando con el abad, el anciano lo miró, levantó su mano y lo saludó, haciendo señas para que se acercara.

-      Bienvenido Mateo.

El anciano mantuvo su sonrisa mientras el joven se acercaba, una vez cerca le señaló que se sentara justo a su frente. Al mismo tiempo miró a los demás monjes que allí estaban y dijo.

-      Tendré una conversación con hermano Mateo, por favor discúlpenme y déjenos solos pues necesitamos silencio y un buen tiempo para hablar.

Dos ancianos maestros presentes que formaban parte del consejo aclararon su garganta en señal de protesta. Avinu sonrió levemente hacia ellos y asintiendo con su cabeza, levantó su mano derecha con la palma hacia arriba, mostrando firmeza en que se retiraran.

Respiró suavemente mientras observaba como todos se retiraban y luego mirando al joven monje dijo.

-      Mi querido muchacho, ¿qué te trae por aquí?

Mateo explicó al anciano todos sus intentos para ajustar la prédica con el fin que la gente no dejara de concurrir, pero que al mismo tiempo sentía un remordimiento angustiante de no poder continuar con las sagradas enseñanzas que había recibido en sus años en el viejo templo.

-      Entiendo mi querido que estés preocupado…

Avinu, extendió su mano, tomó su tetera sirvió té en dos tazas, le ofreció una a Mateo y luego tomó un trago de la suya, y continuó diciendo.

-      Hay algo que es importante de comprendas, quienes hicieron las primeras escrituras de las palabras de Dios, ellos a su vez lo hicieron a través de su propia memoria y su propia interpretación.

-      Todos nosotros leemos cientos de obras durante nuestras vidas en los templos, cada monje interpreta y comprende a su manera y de acuerdo su propia Fe y eso es lo que han expresado en esos antiguos libros.

-      Los antiguos textos sagrados son muy importantes, sí… pero deben ser una guía, una inspiración, como la luz de un faro, para no alejarnos de nuestro camino. Sin embargo, no puedes esperar que las personas simples puedan comprender y aceptar la prédica para aplicarla a sus vidas.

-      Más bien, muchos feligreses vienen al templo para recibir el perdón y volver en paz a sus casas. Muchas personas logran seguir adelante en sus vidas dejando de lado los preceptos espirituales y sienten por ello una culpa que no es necesario repetírselas pues sino huirán. Ellos no será gente que seguirá un camino de superación espiritual, tan solo necesitan consuelo, necesitan perdón, palabras que les devuelva algo de paz a sus vidas, que le de esperanza.

-      Algunos monjes conocen profundamente las antiguas escrituras, pero son incapaces de predicar, pues son incapaces de ponerse en lugar de una persona sencilla que llega en busca de una palabra tranquilizadora. Incluso muchos viven una vida de culpa, pues no se sienten capaces de alcanzar la pureza que se exigen a sí mismos y por ello son monjes pero también gente resentida.

-      Es un hecho que cada monje debe encontrar su propia forma de predicar si espera que los demás no sólo escuchen lo que dice, sino que además presten su atención.

-      Querido Mateo, mi consejo es que vuelvas en paz al nuevo templo, no se aflijas si tus seguidores son pocos, pero si ocúpate que los pocos que lleguen salgan con su corazón reconfortado.

-      Pero abad, ¿y las viejas escrituras?

-      Habla de las viejas escrituras a aquellos que deseen escucharlas y mientras tanto haz tu predica inspirado en ellas, pero con palabras que sí lleguen a sus corazones. Que tus palabras les dé alegría, aunque sea por mientras están en tu templo. Más adelante llegarán a ti otros que sí estarán interesados en cuestiones más elevadas, a ellos si podrás hablarles de las escrituras sagradas.

-      Si maestro.

-      Muy bien, sé que has quedado solo allá, he elegido dos viejos sirvientes del templo que te acompañarán y quédate tranquilo ellos no te abandonarán. Volverás esta vez en un carro con suficientes provisiones para un tiempo, todos los meses haré que vuelvan a surtir tu templo con todo lo que necesites, no pierdas el tiempo en tareas que no sean la dedicación a tus feligreses, con el tiempo el resto se solucionará.

-      Ah, por último… siéntete contento que estas sólo, pues ahora tienes la oportunidad de encontrar tu propio camino de prédica, estarás libre de críticas, en cambio serán las caras de tus seguidores al salir del templo quienes te mostrarán lo acertado de tu prédica. Y ten la tranquilidad de venir a hablar conmigo todas las veces que necesites, para mí es más difícil visitarte ya soy muy anciano.

Así fue que Mateo volvió reconfortado al nuevo templo, pasaron muchas semanas con los mismos pocos seguidores, pero el tiempo supo dar premio a su dedicación. Unos años después las ceremonias llenaron el templo de feligreses.

 

3 - El pastor de ovejas

Un comerciante viajaba entre dos ciudades, cuando el carro se averió en un lugar apartado del camino. Mientras su asistente se ocupó de reparar el daño, el comerciante dio un paseo alrededor.

Unos minutos después, vio en la ladera de una colina cercana un hombre joven sentado a la sombra de un árbol mientras cuidaba de su pequeño rebaño de ovejas.

El comerciante caminó hacia el pastor para ver si lograba convencerlo que ayudara a su asistente a reparar más rápidamente su carro.

Unos minutos después llegó cerca y saludó.

-      Buen día pastor.

-      Buen día señor.

-      Eemmm, mire mi carro se averió y sería bueno si usted ayudara a mi sirviente así la reparación sería más rápida.

-      Oh, disculpe señor, pero estoy cuidando a mis ovejas.

-      Si, entiendo… por lo que veo que su rebaño no es muy numeroso, quizás usted podría ayudar a mi sirviente y ganarse algunas monedas.

-      Ah, le agradezco señor, pero como le dije, no sé nada de reparaciones.

-      Bueno… aún así si ayuda a mi sirviente él terminará más pronto.

-      Le agradezco su oferta señor, pero seguiré cuidando mis ovejas.

-      Eemmm, piense que podría darle suficientes monedas para que usted compre 3 o 4 ovejas jóvenes y así aumentar su rebaño.

-      Oh, ya veo, pero, ¿y para qué puedo querer yo más ovejas?

-      ¿Cómo? Pero muchacho, si usted tuviera más ovejas lograría más lana e incluso podría de vez en cuando comer alguna.

-      Señor, yo no como carne de mis ovejas, las cuido mucho y les tengo cariño.

-      Bueno entiendo, pero si tuviera más ovejas usted podría producir más y ganar más dinero.

-      Señor, no veo la ventaja de tener un rebaño grande.

-      Sea visionario joven pastor, mire yo comencé viajando a pie cargando mis bolsos con mercaderías. Ahora, como ve tengo ese gran carro, un sirviente que me ayuda, tengo una hermosa casa.

El comerciante observaba con impaciencia al pastor que apenas se interesaba en escucharlo sin dejar de mirar sus ovejas. Pero como buen comerciante no soltó su presa.

-      Piense que, con un rebaño mayor, usted podría tener más comodidades, por ejemplo, no tener que cuidad sus ovejas los días fríos ni los lluviosos, podría en algún momento tener un establo, tener un sirviente que haga su trabajo.

-      No veo adonde quiere llegar usted.

-      Joven pastor, usted con un poco de esfuerzo puede llegar con el tiempo a tener varios rebaños, incluso varios ayudantes que cuiden sus distintos rebaños, tener una casa cómoda y vivir fácilmente.

-      Señor comerciante, es usted que no ve…

-      ¿Cómo dice?

-      Yo ya vivo cómodamente así, con mi pequeño rebaño.

 

4 - El viejo templo

Amir ya era un anciano monje, había sido un adolescente cuando había ingresado al viejo templo, luego de muchos años había alcanzado la posición de guía espiritual de ese venerado templo.

Por otro lado, en los últimos diez años el templo había incorporado cada año uno o dos nuevos monjes y por ello ya mostraba la necesidad de ampliar el viejo templo o buscar un nuevo lugar para algunos de sus monjes.

Luego de varias reuniones de ancianos, las ideas de reformas y ampliaciones del viejo templo no fueron aceptadas y entonces nació el proyecto de un nuevo templo.

El consejo de ancianos, envió a muchos monjes a recaudar fondos para la construcción y también voluntarios para la obra.

Algunas semanas más tarde se encontró el lugar más adecuado para el nuevo edificio. Entonces el gobernador del ese distrito que era un sincero adepto al templo contrató un arquitecto para dirigir la construcción del nuevo templo.

Apenas las obras comenzaron, comenzó el rumor de quienes podrían ser los monjes asignados al nuevo templo y también las especulaciones que quién sería el monje director.

Con el paso de los días Amir comenzó a observar e incluso escuchar todo tipo de comentarios, acerca de los más meritorios monjes para el puesto, y también quienes podrían integrar el nuevo consejo, pero poco después también comenzaron a llegar a sus oídos críticas de unos a otros Todas esas críticas y juicio eran, lo que para su sabiduría una desleal competencia para desprestigiar a posibles candidatos.

Aquella tradicional paz del templo se había perdido, incluso a muchos veteranos monjes que habían vivido dedicados a sus plegarias y rituales se los veía molestos, algunos de ellos se encerraron en sus celdas para estar tranquilos y otros se sumaron a las acusaciones. Poco a poco las plegarias dejaron lugar a las continuas conversaciones y comentarios, y peor aún, el inicio de discusiones entre ellos.

Amir angustiado buscó a Perin y Ceretsin, dos ancianos monjes que se habían recluido en sus habitaciones para poder estar en paz. Una vez los tres ancianos reunidos en una de sus pequeñas celdas aisladas, Amir les habló de su dolor.

-      Queridos viejos amigos, estoy seguro que ambos sufren al igual que yo, la ambición antes oculta de algunos monjes aquí ha transformado este viejo templo en un lugar asfixiante.

Perin, asintió apenas su cabeza y comentó.

-      Son tiempos difíciles, pero ya estoy muy viejo para buscar otro lugar amigo Amir.

-      Qué harás Amir? Debes tener una salida… ¿no?

-      Bueno estoy tan desesperado como ustedes, he meditado mucho, sólo se me ocurre un camino, les ruego que ustedes me den su opinión.

Amir, aspiró hondo, sus dos ancianos amigos esperaron.

-      Eemmm, no es fácil tenemos por un lado aquellos hermanos que son ambiciosos, después aquellos que han sido ofendidos por otros y sólo buscan equivocadamente defenderse, lamentablemente agrediendo a sus agresores… y por último y ojalá sean más de los que parece, los que desean con todas sus fuerzas que este templo vuelva a su paz.

-      En fin, se me ocurrió esto… con la excusa de que todos muestren sus mejores habilidades proponer que todos los puestos existentes en este templo roten, cada semana durante doce semanas todos rotaremos de posición. En cada semana el nuevo consejo deberá elegir un director diferente. Una vez que eso termine reuniremos al consejo y evaluaremos.

Perin y Ceretsin tomaron su tiempo para comentar, Perin habló primero.

-      Querido Amir, dices rotar ¿todos los puestos? ¿Y cómo se decidirá la rotación?

-      Haremos un sorteo.

-      Pero… ¿Qué pasará si el consejo provisorio toma alguna decisión inadecuada? ¿Qué pasará si el líder provisorio del templo toma alguna medida… Eemmm...

-      No te preocupes por eso, ninguna decisión que se tome será irreversible, pues tienen tan sólo pocos días para sostener sus acciones y los siguientes podrán corregir lo hecho, incluso proponer nuevos cambios… en último caso al terminar todas las rotaciones el consejo actual podrá volver las cosas a su justo lugar.

-      ¿Qué esperas obtener con estas rotaciones? Dijo Ceretsin

-      Que aquellos monjes más ambiciosos al tener la oportunidad, muestren sus oscuras intenciones.

Los tres ancianos quedaron en silencio por muchas respiraciones, después, Ceretsin agregó

-      Puede suceder que en el sorteo que se haga, aquellos que más nos preocupan no ocupen un puesto que les dé oportunidad de actuar como esperas.

-      Eso no sucederá, pues lamentablemente es necesario asegurarnos que todos ellos si los ocupen, por lo tanto, ustedes dos serán los únicos que no rotarán, serán quienes estarán a cargo del sorteo de rotación y deberán asegurarse que los monjes adecuados vayan ocupando los puestos más convenientes. Incluso que yo mismo ocupe siempre puestos inferiores.

Las semanas fueron pasando, los elegidos en cada una de ellas marcaron grupos enfrentados, a sus líderes y también felizmente otros que se mantuvieron mesurados.

Cuando se volvió a realizar la reunión del consejo verdadero, Amir dejó por un largo rato que muchos hablaran y expresaran todo lo que deseaban. Hasta que luego de más de una hora de espera hizo sonar su campanita, y poco a poco volvió el esperado silencio.

-      Queridos hermanos, lamento muchos que estos últimos meses han sido tan sufridos.

-      Según he observado, puedo dividir toda nuestra comunidad en aquellos hermanos que sólo desean estar en paz en su antiguo puesto, esa ocupación en la que a su vez les permite continuar su búsqueda personal de su luz interior. Y por lo tanto aspiran ansiosamente que este templo vuelva a tener la paz que antes contaba.

-      Otros hermanos, han mostrado interés en un cambio, pero no están muy seguros hoy día si dejar o no este viejo templo.

-      Y finalmente un grupo de hermanos que desean ansiosamente tomar la responsabilidad de un puesto donde impulsar un templo con corrientes nuevas.

Amir hizo una pausa, y siguió.

-      Bien, según esto me parece que lo más adecuado es que todos aquellos hermanos que tanto han hablado de cambios y deseos de nuevas orientaciones vayan al nuevo templo… y una vez allá ellos mismo decidan quienes conformarán el nuevo consejo y su líder.

Esa nueva pausa abrió la oportunidad de muchos rumores, pero antes que los ánimos se exaltaran otra vez, hizo sonar su campanita varias veces.

-      He escrito aquí dos listas, en esta primera aquellos hermanos que parecen no estar seguros si ir al nuevo templo o quedarse aquí. Así que tendrán una semana para decidir.

-      En esta segunda lista, los hermanos que considero deberían trasladarse al nuevo templo, de estos últimos pido a este consejo que vote por cada uno así mañana mismo puedan comenzar a organizar su traslado.

Una semana después todos aquellos monjes tan activos en las semanas anteriores partieron a su nuevo destino. La paz volvió al viejo templo pronto.

El consejo del viejo templo volvió a completar los puestos vacantes pidiendo colaboración a los más antiguos monjes del templo.

Poco tiempo después algunos monjes solicitaron volver, apenas un par de ellos fueron aceptados nuevamente.

El nuevo templo sufrió tiempos de rivalidades hasta que poco a poco llegó el equilibrio y a partir de allí el rumbo de su prédica fue cambiando a su nuevo destino, lo que separó definitivamente ambos templos, dando nacimiento a una nueva religión.

 

5 – La visita del Obispo

Tres monjes vivían en una ermita en la ladera de una montaña. Un día el obispo que de esa región decidió visitar ese lugar alejado, pues había sentido rumores que la prédica de estos monjes ermitas era muy poco ortodoxa.

El obispo eligió el momento adecuado para que coincidiera su llegada con la fecha de peregrinación de los aldeanos a la ermita, donde tradicionalmente los monjes del lugar realizaban una ceremonia y daban un sermón.

El obispo llegó en su carreta adornadas con las banderas que lo identificaban como la gran autoridad del templo, cinco sirvientes y guardias custodios lo acompañaban.

El alto monje llegó justo antes que los ermitas comenzaran la ceremonia.

Cuando el obispo descendió de la carreta los tres ermitas se acercaron corriendo para saludar al obispo.

-      ¡Señor obispo, eminencia! Repetían los tres.

-      Alabado sea Dios, que nos trajo a su santidad, ahora sí nuestra celebración contará con sus sabias palabras y su bendita luz. Dijo uno de ellos.

El obispo levantó su mano, y negando seriamente con su cabeza dijo

-      No, yo sólo vengo para presenciar vuestra ceremonia tan reconocida en todas estas tierras. Hagan cómo siempre.

Los ermitas terminaron con los aprontes y comenzaron la ceremonia.

El obispo se sentó sobre una silla que improvisada detrás de los tres monjes ermitas.

Cada uno dijo sus palabras, hicieron sus oraciones que, todos los allegados repetían con entusiasmo. Luego los monjes cantaron varios salmos.

Después se hizo una pausa y muchas personas fueron pasando al altar improvisado y cada uno de los tres monjes daban sus bendiciones, pasando sus manos sobre ellos al tiempo que rezaban y pedían a Dios que los aliviara de sus dolores.

Cuando todos ellos volvieron a sus lugares los monjes volvieron a cantar y todo el mundo cantó.

Apenas la gente se alejó el obispo estalló en su enojo, reprochando a los ermitas por sus muchas fallas.

-      ¡Ustedes han olvidado la prédica de nuestra iglesia!

-      ¡¿Qué idea es esa de esos cantos?! ¿Acaso vuestras ceremonias religiosas son ahora un festival de canto?

-      ¡Han modificado las plegarias! Les dejaré libros para que vuelvan a estudiarlas y hasta que no lo hayan hecho a conciencia no podrán celebrar otras ceremonias.

-      ¿Qué cosa es eso de las bendiciones a las personas y esas pretensiones de ser sanadores de ellos? ¡Qué blasfemia! ¡Dios es quien sana!

El obispo hizo una pausa, respiró varias veces, buscando calmarse. Cerró por un momento sus ojos mientras recordaba que antes de ir hacia allí no había logrado convencer a ningún otro monje para venir a esa ermita, todos dijeron que si eran obligados renunciarían a su posición de monjes. por lo que si retiraba a esos monjes la ermita quedaría vacía.

Un tiempo después abrió los ojos y vio a los tres monjes postrados de rodillas en silencio frente a él. Luego de un silencio, ellos dijeron al mismo tiempo.

-      Perdónenos eminencia, somos unos pobres monjes ignorantes, le rogamos que nos dé la oportunidad de corregir nuestra ignorancia con esos libros, nos retiraremos a la ermita y no saldremos de ella hasta que hayamos aprendido nuevamente las verdaderas palabras de Dios.

La humildad que expresaban los monjes desesperaba aún más al obispo que con sus puños apretados contestó

-      Si… sólo por el amor a Dios…

Los monjes se postraron frente a él en agradecimiento. Desconfiado de la sinceridad de esos monjes y más enojado aún el obispo dijo.

-      Si no fuera porque toda esta gente esté tan apegada a ustedes los retiraría hoy mismo de esta ermita y traería a otros monjes.

De pronto el obispo tropezó y cayó del altar golpeándose en la roca del suelo, rodó, hiriéndose varias veces hasta quedar inconsciente.

Los guardias y sirvientes que le acompañaban corrieron para asistirlo, pero no habían llegado al lado del obispo cuando ya los ermitas habían levantado al obispo y lo llevaban al interior de la ermita. Poco después y sin prestar atención a los otros hombres, lo recostaron en uno de los lechos y comenzaron a cuidarlo.

Tres días pasaron, cuando el obispo despertó encontró a los ermitas a su lado rezando, a su manera por su recuperación.

Luego que bebiera un té caliente que ellos le dieron, lo ayudaron a incorporarse un poco, entonces el obispo miró alrededor, estaba reclinado sobre varios paños viejos, ningún otro tejido, ni colchón, ni otra comodidad había allí.

El obispo respiró varias veces, entonces preguntó en un suave murmullo.

-      ¿Dónde duermen ustedes?

-      Aquí mismo a su lado eminencia.

-      ¿Pero dónde? No veo ningún lecho.

-       Aquí sobre la piedra eminencia, hemos colocado nuestros mantos debajo de usted para que se sienta más cómodo.

-      Si eminencia, pero no se mueva mucho, sus heridas fueron serias, lo hemos asistido lo mejor que hemos podido.

-      ¿Y mis guardias? ¿Y mis asistentes?

-      Ah, están afuera esperando que usted se reponga eminencia. ¿Desea que llame a uno de ellos?

-      Si, que venga el guardia jefe.

Uno de los ermitas salió y poco después entró el guardia nervioso.

-      Obispo, ¡gracias a Dios que se ha recuperado!

-      Bueno fue sólo una caída…

-      Eemm, obispo ninguno de nosotros pensó que usted se salvaría…

-      ¿Cómo?

-      Eemm, si, ese golpe en la cabeza… las heridas en su cuerpo…

Recién en ese momento el obispo subió su mano a su cabeza, donde tenía un vendaje, luego miró su cuerpo, entonces notó sus otros vendajes. Sorprendido no supo que decir.

-      Señor, eminencia, usted de desmayó y no nos dio tiempo a evitar su caída del altar, fue un golpe serio, pero hemos rezado sin parar por vuestra salud, gracias a la Luz de Dios, usted eminencia se ha recuperado.

El obispo tocó suavemente su vendaje en su cabeza varias veces, de pronto su mano tembló. No pudo evitar pensar que había estado en la cercanía de la muerte. De pronto aquellos pobres monjes casi ignorantes se habían transformado en sus salvadores.

También notó que el guardia jefe permanecía por detrás de los monjes y más lejos aún con humildad esperaban en el umbral de la puerta los otros guardias y sirvientes.

-      Eminencia, queremos pedirle una vez más vuestro perdón, pero no hemos podido estudiar los libros que nos entregó, hemos dedicado todas nuestras horas a cuidarlo, pero apenas usted esté mejor dedicaremos nuestro máximo esfuerzo al estudio de esos sagrados libros.

-     Por ahora, sólo deseo otra taza de té, estoy con sed.

Poco después el obispo volvió a dormir.

A la mañana siguiente los ermitaños lo ayudaron a sentarse en el único taburete que disponía la ermita, unos minutos después le sirvieron un tazón de avena con leche recién preparada.

Otros tres días pasaron con un obispo casi mudo, tan sólo observaba a los monjes sin poder evitar maravillarse de la bondad de ellos. Los monjes no descuidaban al obispo en ningún momento, sus sirvientes y guardias colaboraban felices.

Dos días más pasaron hasta que el obispo se sintió fuerte como para poder emprender su viaje de retorno.

Cuando con la ayuda de sus asistentes estuvo sentado en su carreta, miró a uno de sus guardias y dijo.

-      Usted, recoja los libros que le entregaron a estos monjes.

El guardia titubeó, entonces uno de los ermitaños dijo.

-      ¿Pero qué haremos entonces eminencia?

-      Sigan su santo camino hacia la luz. Dios ya los ha bendecido, ha sido un regalo para mi haberlos conocido. Gracias