Es una tendencia humana buscar refugios donde sentirse seguros.
En
la historia de la humanidad muchas veces pretender vivir encerrado en refugios
y murallas no brindaron la protección esperada, otras veces encasilló tanto a
las personas que no progresaron.
Los refugios llevan a no animarse a abandonar ese lugar, esa situación, aquellos apegos.
A pesar que se entiende, se siente, que no se está pasando bien, que lo que se vive no está bien. Pero el miedo al abandono, a lo desconocido, miedo por la inseguridad, miedo a ser atacado en el camino hacia el otro refugio mejor, miedo a que el esfuerzo para el cambio no pueda ser mantenido y quedar a mitad de camino.
Y entonces parece ser mejor permanecer en el refugio mal, pero al menos un mal conocido.
Es como si el refugiado está agarrado a su espacio, le da miedo soltarse y arriesgar sus temblorosos pasos a la inseguridad del trayecto, es tanto el miedo, que se acepta el mal, aprende a renunciar.
Cada vez que el dolor llama su atención la persona justifica esa situación por el miedo. Un miedo que congela, que aplasta, y así pasa el tiempo y todo sigue igual, o peor.
Así podemos ver la vida, como una serie de etapas, donde cada una de ellas representa un refugio, o un arriesgado camino entre uno y otro.
Una vida en la que hay que luchar para transitar el trayecto que lleva al próximo lugar seguro.
Cuando una persona está muy desamparada (su refugio es muy precario), es más fácil encontrar una razón para retar al miedo y unir coraje para buscar otro refugio, pues si se está muy mal, sabemos con certeza que se logrará un lugar mejor y que si no lo intentamos moriremos.
Por supuesto que hay casos en que las personas están muy enfermas y ya no pueden luchar por sí mismas, allí el apoyo de otras personas si es aceptado, es un gran aliado para salir del pozo.
A pesar de todo siempre está ese temor a caer más aún.
Es la ilusión que genera el Ego, el desamparo.
Sin embargo a medida que cada persona va logrando avanzar en su vida los refugios se van haciendo cada vez más atrapantes, pues es común recordar todo lo que se superó y el miedo comienza a modificar sus ataques apuntando hacia el riesgo de caer a estados antiguos que ya se superaron.
A medida que se va avanzando, el miedo va encontrando aliados, la incertidumbre, las dudas. La pereza, la conformidad, el orgullo,las pertenencias. Sucede que a medida que cada persona va logrando subir en sus escalones de superación humana, los refugios se van haciendo poco a poco más confortables, y eso dificulta mantener la Voluntad de salir de ellos para exponerse en un período de lucha para alcanzar un cambio hacia un refugio mejor.
Cuando los escalones del sendero espiritual comienzan a ser lo suficientemente altos y se llega a la primer puerta que permite entrar en estados superiores, en ese momento el refugio actual representa un gran desafío abandonarlo.
Ese último paso de esa etapa es el más difícil, pues sentimos que habrá que abandonar el mejor refugio que habíamos logrado en nuestra vida y al mismo tiempo sentimos la sensación que debemos aprender a vivir moviéndonos sin parar.
Aquel que logró pararse justo en el umbral de ese portal, comprende que, a partir de aquí es la Fe quien comienza a ser imprescindible para poder sostener la Voluntad de abandonar lo aparentemente seguro.
Para poder seguir adelante y dejar atrás el primer portal, el Ego debe quedar afuera.
Entonces apenas al dar el primer paso en el nuevo plano, comprendemos que abandonamos la necesidad de tener refugios en pos de un sendero donde el único techo y paredes son, la Luz del Gran Creador.
Sucederá que cada tanto debamos detenernos, no ya en un refugio, sino en alguna cima de colina del sendero espiritual, donde trabajaremos para poner en claro nuestro nuevo plan.
Aceptaremos en paz que para alcanzar el siguiente nivel, llevará un esfuerzo diario y un tiempo, que sólo depende de uno mismo, es decir, cuánto nos costará abandonar nuestros viejos hábitos y ataduras, y cambiar lo necesario para seguir adelante.
Simplemente porque el verdadero caminante llega al convencimiento que si se detiene, se sentirá peor, que en el desafío del camino que viene por delante, siente que el esfuerzo y las sacudidas son preferibles a quedar quieto.
Es en la lucha diaria de la evolución donde cada caminante se siente mejor, pues cada pequeño paso lo va acercando a la luz del Gran Espíritu Universal, o la luz de Dios.
Un gran abrazo a mis seguidores, Paul Barbé
PD, estoy publicando mis blogs en inglés para aquellos que este idioma resulta más accesible, el link es http://www.paul-barbe-engl.com
PD, estoy publicando mis blogs en inglés para aquellos que este idioma resulta más accesible, el link es http://www.paul-barbe-engl.com