Aquella persona que aspira a la sabiduría primero debe aprender la esencia de la NO acción y al buscar su Silencio Interior. Entonces desde la paz de su interior puede observar todo a su alrededor para captar las enseñanzas que elevan su espíritu. Para acceder a la sabiduría es necesario no atarse a nada en este mundo. Así uno se libera de la pertenencia a las cosas, también de alimentar a su Ego, y vive en la humildad.
Desde la ausencia alcanza su tranquilidad. En el vacío interior está la profundidad de lo eterno.
El seguidor del Tao no interfiere en asuntos ajenos y habla poco, así es agradable para las demás personas. El sirve a todos y no espera nada para sí, se mantiene detrás de todos para no molestar el avance de otros.
El caminante del Tao no busca acumular, no se esfuerza, tan solo mantiene su paz, sabe que el exceso en la vida provoca desgracia. Cuando termina un trabajo humildemente se retira.
Aquel que busca su salvación en el mundo, está ciego, si escucha a todos termina sordo, aquel que solo atiende a sus cinco sentidos se equivoca. Quien se obsesiona por las ganancias está demente, cuando más logros y tesoros se persigue más se pierde la persona, más se aparta de su Alma.
Entonces SI su esfuerzo está en satisfacer solo lo básico en su vida, se conforma con poco, vivirá en paz. Sin competir con nadie por nada y entonces es invencible.
El caminante que entiende todos los escalones que debe subir, sabe que hay escalones pequeños y grandes, algunos ocultos, y otros difíciles.
Siempre se mantiene en su sendero humilde con cautela como si su camino pudiera desmoronarse, enfocado en su dirección precaviéndose de las influencias extrañas, alerta, simples en sus acciones, invisibles para las miradas ociosas, y manteniendo su paz interior va transformando su ser.
Contentándose con poco, logra mucho, sabiendo que si persigue mucho desvía su camino. El caminante no ve solo con los ojos de su cuerpo y por eso ve claro; no se considera el único que tiene la razón y así aprende la verdad.
El no siente conmiseración por sí mismo y por ello acepta sencillamente cambiar para perfeccionarse. Nunca aspira a estar delante de los demás y por ello vive en armonía con todos.
El caminante no anda en puntillas para verse más grande, pues sabe que así no andará mucho tiempo, no da pasos largos pues se cansará, sabe que si se esfuerza en adelantarse no sostendrá su ritmo.
El que se lamenta es débil, el envidioso fracasa, el que se jacta pierde respeto. Aquel que se entrega a los excesos, que hace cosas sin sentido, que se irrita fácilmente, que rechaza mucho, cada vez está más lejos de la tranquilidad.
El caminante busca conocer las personas, pero más aún a conocerse a sí mismo, pues sabe que si se conquista a sí mismo será más poderoso.
El que consiente sus caprichos es débil y tonto. La pasión mundana debilita y esclaviza.
Quien tenazmente trabaja en su interior, es dominador de su voluntad, así no atrae ningún daño a su vida.
Mantener la intención de seguir el camino llena a uno de poder, eleva y fortalece la conciencia y se conquista la libertad de espíritu. Lo desapasionado, suave y flexible conquista, vence todas las dificultades de cualquier camino.
Se debe vivir con humildad, simplicidad y armonía, no prestar atención a los chismes, ni las enemistades, con libertad de pasiones. Liberándose de los deseos mundanos se alcanza la paz interior, y así el orden se establece en la vida.
El que alcanza su paz interior, no se fuerza a sí mismo para avanzar, sencillamente lo hace. Pero aquel que cambia constantemente de caminos e intenta forzarse a sí mismo para encontrar su mejor sendero solo verá caminos mundanos y desiertos, pues está perdido de la virtud.
Aquel que busca su paz interior y el diálogo con su espíritu no tiene una actividad intensa en el mundo material por ello sigue su camino de no acción.
El que mantiene su foco en el mundo social vive agitado y actúa bajo la influencia de sus pasiones, y si tiene una actividad religiosa esta se reduce tan sólo a repetir rituales, así busca la salvación milagrosa aunque sabe que no la merece, entonces degrada la religión e influye en los demás a actuar como él.
Aquellos que no buscan su crecimiento interior no merecen confianza, se traicionan a sí mismos y por lo tanto lo harán también con los otros.
Quien pone su foco en el mundo terrenal destruye su espíritu, aquel que aprende a contentarse con lo que tiene, siempre estará feliz y en paz.
Para alcanzar la sabiduría no se necesita viajar, pues lo infinito está dentro.
Aquel que busca aumentar sus conocimientos y su comprensión cada día, vive en armonía, reduce sus deseos mundanos, con ello no se agota en vano, su espíritu gana libertad, y con toda la energía que acumula la utiliza para aprender más y más. Por el contrario aquellos que tan solo atienden sus lazos mundanos serán víctimas de las adversidades constantes. Cuando las personas aspiran a la acumulación de muchas cosas innecesarias, se empobrecen espiritualmente.
El temor del caminante es caer victima de la vanidad.
En la procesión hacia el conocimiento el caminante se va conociendo a sí mismo y entonces comienza a comprender a los demás.
El caminante encontrará en su sendero a muchas personas en el sendero del mal, sin embargo serán estas quienes lo ayudarán a avanzar hacia la luz.
Las personas atadas al mal, son las que muestran la fragilidad de lo terrenal y lo ilusorio de la mayoría de las cosas del mundo terrenal. Son las personas caídas en el mal las que fortalecen la voluntad de apartarse de sus caminos lo más lejos posible.
Pues para ser inalcanzable para el mal es necesario realizar pasos concretos de voluntad y aumento de conciencia.
Paradójicamente las personas del mal aportan un servicio en la sociedad, mostrar el camino errado.
Entonces el caminante comprende la importancia del desapego de lo material, de la búsqueda de su paz interior, de mantener calma la mente, evita las acciones innecesarias, se conforma con lo simple y se alimenta sencillamente.
En el mundo material los ricos pueden arruinarse, los propietarios perder sus pertenencias. El materialista vive malgastando su fuerza vital para las cosas sin valor verdadero. De estas personas se puede pensar que están constantemente hambrientas. Es que continuamente se preocupan por acumular y multiplicar sus pertenencias o reservas, se preocupan sólo por su propia ganancia, a cualquier precio; también están los que pretenden atar a otros a su vida, hasta que un día esos otros lo abandonan de una u otra forma, entonces en su verdadera soledad, viven su vida, muriendo.
Pero el sencillo caminante tiene su riqueza en su interior, no tiene nada y nada perderá.
Quien se mantiene en su unidad se sana, no se enfermará pues está libre de las causas que provocan enfermedades. Quien vive bajo el miedo nunca alcanzará un estado superior de sí mismo.
El caminante debe liberarse del desprecio hacia los demás, apartarse de la violencia, también evitar el engaño pues quien engaña lo hace además consigo mismo.
Solo el que se ha librado del egocentrismo, puede alcanzar los escalones superiores de su evolución.
El camino de la superación es lento, así debe ser; observa el agua su trabajo es lento, pero sin detenerse demuele lo duro.
Busca tu paz interior, allí encontrarás la luz.
Espero que les haya gustado, un abrazo a todos, Paul Barbé