viernes, 1 de julio de 2011

Aprendiendo en el camino...


Cuando miro atrás y recuerdo mi período más ansioso de búsqueda espiritual, (aquel que comprendió entre 1996 cuando recibí mi iniciación en segundo nivel de Reiki y julio del 2003 cuando finalmente accedí a mi iniciación en la Maestría de Reiki)...
Tuve una primera etapa en la que creí que debía participar en toda actividad grupal de pudiese, pues desde allí  con el múltiple aporte de ideas, de sugerencias de rumbos, de interesantes ejemplos de caminos de otros, recibiría la inspiración necesaria que me dejara en claro mi camino a seguir, llegó un momento en que comprendí que, había ganado más en confusión, quizás en desaliento de no poder ser tan bueno como otros, caí en la comparación de verme menos que "imágenes" de otros...
Entonces ¿qué es lo que estaba fallando?, lo único que lograba comprender era que anhelaba profundamente avanzar en el camino espiritual, lo deseaba muchísimo y se había vuelto una meta imprescindible, alcanzar la Maestría en Reiki, pero era imposible ahorrar el dinero que la Alianza de Reiki pedía para la Maestría... entonces vi todas las puertas cerradas.
Así caí en un lapso de unos años en que me aislé en una búsqueda interior, tenía un trabajo alejado de Montevideo lo que me hacía difícil participar en la mayoría de los eventos, pero también pesaba en la balanza el volver de los pocos que había podido participar sin ver... una mejoría personal...
Dado que el progreso no llegó, comencé a buscar otros caminos espirituales, a través del yoga, y de la lectura de filosofías espirituales, en fin, terrenos muy áridos para un solitario buscador.
Allí nació la pasión por los pequeños peregrinajes, que en realidad eran largas caminatas por lugares naturales. Entonces encontré un aliado maravilloso, descubrí que las largas caminatas funcionan para mí como una meditación en movimiento, tan simple en que mi mente se distrae con mi andar y no me molesta en mantener un estado de silencio interior.
Entonces comencé a enumerar una larga lista de lugares a los que debía peregrinar, es decir buscar lugares especiales o casi mágicos en donde podría llegar para meditar en silencio y paz.
A lo largo de los años recorrí cientos de kilómetros caminando, ensayando tan distintos lugares, arenales, cerros, montañas, playas, montes y bosques, todos eran buenos pero ninguno lo suficiente como para alcanzar un estado de paz interior, un estado de armonía con el todo, alcanzar una pequeña iluminación o sea una visión profunda, clara de mi sendero espiritual.
Así pasaron los años, la búsqueda de lugares diferentes, cada uno con su propio desafío, pero lo único que avanzó, al menos eso sentía, eran los kilómetros caminados... Buscar para no encontrarme ni siquiera conmigo mismo... 
Poco después de mi iniciación en la maestría, cuando la búsqueda se había dirigido a... ¿y ahora qué hago?, ¿cómo sigo?, un fin de semana decidí subir una montaña cercana al pequeño poblado que vivía en Italia, se llama el monte Sorate, que en realidad son un grupo de montes donde en el central está la antigua ermita de San Silvestro, de unos 1500 años, con el objetivo de llegar al último monte aislado al final del peregrinaje.
Llegué a la cima del primer monte donde hoy día está el monasterio de Sant Oreste, ya había caído la noche, decidí recostarme en un banco en el patio exterior y meditar toda la noche, pero el frío de la noche no ayudó mucho. 
Al amanecer retomé mi caminata, y llegué a la antigua ermita, tratando de centrar mi energía en la búsqueda espiritual de ese peregrinaje, unas horas después seguí rumbo al último monte, al que llegué ya pasado el mediodía, allí estuve un largo rato en silencio solo interrumpido por el viento... 
Miré el paisaje lejano desde aquella altura, medité, recé, respiré hondo, más y más silencio...
Volví de ese fin de semana más confundido que alegre.
No alcancé ningún entendimiento especial... una vez más, nada fue suficiente.
Y entonces me pregunté, acaso no encontraré ese lugar especial?

El tiempo pasó y finalmente comprendí que lo mágico no estaba en la meta buscada, estaba en el camino que me impuse recorrer para llegar a esa meta.

Unos años después escribí en mi casa una presentación con imágenes... el texto es el siguiente: 

"Viví buscando metas que alcanzar,
"pero los mejores tiempos de mi vida fueron aquellos de mi lucha diaria por alcanzarlas...
"porque en ellos aprendí mis limites, y mi capacidad de dedicar lo mejor de mí en pos de algo que consideré importante... y de levantarme en cada tropiezo.
"aprendí... a ser humilde, a pedir ayuda cuando no pude solo... pero también a reconocer que era yo quien debía dar los pasos hacia mi meta,
"También a tener Fe en mi mismo, a ver la belleza de la vida, pues había una luz que me marcaba el camino...
"Pero cuando al fin alcancé la meta... y miré todo el camino que dejé atrás,
"Y luego al observar nuevamente la meta al fin lograda...
"Asombrado comprendí que esta carecía de sentido por si sola... porque ya no era la misma persona que inició aquel largo viaje...
"sin embargo y a pesar de todo... ese largo viaje SI tuvo sentido,
"Porque el gran valor de todo estaba en mi proceso de crecimiento para alcanzarla... porque gracias a él logré ser una mejor persona.
"Aprendí que las metas en sí, no era lo importante
"Lo es, el proceso de crecimiento que logré en el caminar de cada día hacia un estado superior...
"Dejar de preocuparme por los tropezones pasados, el no conformarme con una sola meta alcanzada,...
"Pues la vida continúa y siempre tendré para mejorarme más...
"Todos cruzamos puentes hacia lo mejor posible de nosotros mismos, un puente al infinito"

Pasó mucho tiempo para comprender que si había alcanzado avanzar, no quizás en lo que una vez soñé que sería, pero que sabía yo... ¿cuál era mi camino? ... y cuál no el verdadero para mi luz interior.

Tanto así como mi primer etapa de búsqueda esta última también confundía pues como dice el viejo refrán, muchos árboles no dejan ver el bosque. 
Y también...
Miro el bosque y no veo el enorme árbol delante de mi nariz...

Hoy día puedo afirmar que, no importa frenarse un tiempo, muchas veces en el andar espiritual es necesario, solo así es posible sentir interiormente, con humildad y sinceridad, ¿es este mi camino?

Un abrazo sincero, Paul Barbé