Hoy quiero compartir un momento de mi pasado, algunos pasos más atrás de mi camino espiritual. Tanto yo, como cualquier caminante, sea donde sea que se encuentre en su camino, llega a momentos en los que son más los cuestionamientos hacia uno, que lo que se logra avanzar. O también se puede ver la situación desde la perspectiva que si no se avanza es porque el caminante enfrenta un conflicto interno.
Seguramente mis lectores hayan leído ya, muchas veces que todos los seres están compuestos por tres capas esenciales, cuerpo, mente y espíritu. Es esta la clasificación más sencilla de un ser, hay que considerar fuerzas internas que interactúan entre esas capas, intuición, sentimientos, emociones y la personalidad.
Todo ser humano nace en este mundo con un cuerpo nuevo, una mente vacía y un espíritu antiguo que viene a una nueva reencarnación para aprender nuevas cosas. Los niños se relacionan en sus primeros años en base a sus intuiciones y sentimientos y por sobre todo bajo una influencia muy grande de su espíritu. Pero a medida que se va adaptando a este mundo va aumentando su capacidad mental y formando una personalidad que es la que le impone conductas sociales y su forma personal de reaccionar ante sus experiencias diarias.
El tiempo pasa y las cosas van mal o bien, hasta que un día, el ser comienza a cuestionarse cosas que no tienen una explicación a partir de la lógica científica y allí inicia sus primeros pasos hacia la Fe, la religión o lo espiritual.
Pero ni bien sus pasos avanzan en lo espiritual, comienzan los conflictos internos, pues toda la formación mental, la personalidad adquirida, los hábitos, conductas cotidianas fueron adecuadas para sobrellevar el diario vivir mundano, y por lo general no son adecuados para el camino espiritual.
Es mi convicción que todos los seres en algún momento de su vida asumen al menos en alguna medida su incursión en el plano espiritual, y aquellos que persistentemente se niegan “a entregarse”, terminan sufriendo su progresiva decadencia física y temiendo por su envejecimiento y su futura muerte.
Entonces, para aquellos que aceptaron el desafío de compartir su existencia en los dos planos el mundano que sostiene nuestro cuerpo y el espiritual que busca un rumbo tan distinto, va encontrando cada tanto, etapas desafiantes.
Es muy importante que el caminante espiritual comprenda que su sendero no es una competencia con nadie, que no hay un plazo de tiempo establecido para alcanzar el siguiente escalón. Que ningún ser superior le va a venir a pasar la cuenta por su demora en avanzar.
No es necesario estirar las cuerdas, arriesgando romperlas, simplemente irlas estirando suavemente y aprendiendo a cantar en las nuevas notas ahora alcanzadas. No es acertado seguir un camino espiritual esforzándose más allá de lo sostenible.
Pero si es necesario, una total sinceridad con un mismo, para poder avanzar, el caminante debe aprender a reconocer, sus carencias, debilidades y errores. Una vez conocidos queda marcado cual es la meta a seguir, mejorar en cada uno de ellos. No se trata de pasar de pecador a santo, se trata de luchar para ser un poco mejor, sin tiempos, pero sin pausas.
Para cada etapa difícil no es una parada que no tiene solución, ni que lleve a sentir impotencia, implica reconocer en donde se está. Implica reconocer qué es lo que es necesario cambiar, pues ello es lo que provocó la parada. Tal cual escribía atrás, la personalidad adaptada al mundo exterior debe irse corrigiendo para que no sea un viento que desvíe el rumbo. Las metas mundanas nunca deberán ir hacia otros rumbos que aparten del sendero espiritual.
Entonces en cada etapa hay que evaluar que es lo que hoy día hay de anticuado o inadecuado en mi conducta y cambiarlo.
Encontré hace un tiempo una gran importancia en prestar mucha atención en mis sentimientos y emociones, pues ellos son indicadores de conflictos internos. Una vez puesto en claro el enfrentamiento interno, asumir la responsabilidad de caminar a partir de donde estoy hacia donde podría llegar.
Por un lado debí aprender a aceptar mis sentimientos para comprender el porqué me inclino hacia determinadas soluciones, otras veces ellos me llevaron a evitar situaciones para no sufrir, no recordar, y ¿cómo podría entonces hacer para vivir el momento del ahora sin que me afecten y obstruyan?, tal cual escribía en un artículo anterior, observando el sentimiento, buscar porque surgió, y levantar la piedra de donde salió, enfrentar lo escondido u olvidado para poder seguir adelante.
Todas las respuestas que necesito, se bien que están dentro de mí, nunca fue fácil interpretar los mensajes de mi profundo interior, como hacerlo si intentaba bloquear todos mis sentimientos e instintos por el miedo a sentirme mal. Como hacerlo si buscaba las respuestas en el mundo externo. Cada vez que logré interpretar un sentimiento profundo, ajeno al devenir del diario vivir, encontré fuerzas e ideas para conquistar esa necesidad.
Cada vez que me sentí abrumado, fue por poner mi foco en soluciones ajenas a mi ser. En ningún momento que no me atreví a cambiar logré encontrar mi paz, pues una vez desvelada la necesidad de cambio, ya no le es posible a la Mente distraer al Alma que deje de buscar enderezar el rumbo.
Y entonces la situación se pone clara evito cambiar sufro por no hacerlo, pues se que tarde o temprano lo deberé encarar, así que para qué demorar, si es muy probable que se haga difícil el cambio, quizás sufra en proceso, pero seguramente una vez establecido el cambio estaré mejor, estaré más arriba en mi escalera al cielo. De lo contrario es como tener un dolor de muelas y negarse a ir al dentista.
Cuando logré aceptarme tal cual soy, en aquel momento de mi existencia, fue cuando logré abrir mi conciencia hacia el Universo, hacia mi completitud, mi sendero fue iluminado por mi espíritu que me empujaba a seguirlo.
Todas las veces que luche inútilmente para concretar una meta, fue porque realmente mi propio interior no la deseaba.
A lo largo de esta última década cada vez que me encontré desconcertado sobre qué rumbo seguir, lo que me ayudó, fue entender que había un conflicto en mí, aquello que me hacía sentir perdido era mi mente y su lógica, entonces buscando mi paz interior, pude encontrar en mi intuición un rumbo, era mi espíritu quien guiaba el cambio de rumbo, era quien me sacaba de una situación sin salida hacia el verdadero camino que obstinadamente había evitado.
Siempre fue mi espíritu que me mostró el siguiente paso, el camino adecuado, en todos los momentos difíciles.
El espíritu sabe hacia dónde ir, pero la mente a veces pretende elegir sus caminos propios pensando que por su inteligencia encontrará atajos, que a la larga me hicieron caminar hacia atrás para empezar de nuevo.
Para finalizar por hoy, sugiero que mi lector ponga en la balanza estas dos opciones, en un brazo todo lo que se puede lograr en este mundo y en el otro aquello que el espíritu busca, aprender y amar. Luego supongan que ponen esa balanza en un lugar donde permanecerá intocada por cualquier cosa, dejen esa balanza observar el paso del tiempo y verán como ella sola muestra cual es el camino correcto.
Todo lo mundano, todo lo que satisface el Ego es efímero y se lo lleva el tiempo, lo que busca el espíritu y logra es para siempre.
Un abrazo a todos, gracias por leerme, Paul Barbé