domingo, 28 de agosto de 2011

Piedras en mi camino

La vida nos pone enfrente de situaciones inesperadas, ellas disparan emociones que creíamos domadas, superadas, sin embargo estas tocan algún punto débil e invaden; el miedo paraliza, la enfermedad de alguien querido desestabiliza, una ansiedad molesta por lo que no llega, por lo que falta, por la inseguridad de tantos futuros probables, o también una rabia difícil de manejar…
De nada sirve pensar, cuanto mejor hubiera vivido libre de miedos de cosas que jamás sucedieron; cuanto más habría aprendido si hubiera tenido mi mente abierta al mundo, en vez de juzgar todo lo que veía con ideas de otros...
Aprendí a los golpes que debía fortificar mi templo interior, no fue en ningún templo ajeno que me fortalecí, tan sólo encontré refugios temporales. No fue en ninguna iglesia que encontré como avanzar en mi crecimiento espiritual. Mi templo interior solo podía enriquecerse en base a la sabiduría que acumulara, en la libertad hacia toda creencia impuesta por otras personas. Si, pude escuchar, leer, aprender de muchos;  pero todo ello debió ser transformado para adaptarse a mi templo interior, para que fuese útil para mi camino espiritual, que, por ser único será distinto al de todos. Por ello la religión cristiana fue útil, la filosofía hindú, la tibetana, la tradición de los indígenas de América, todo fue bueno, pero al mismo tiempo todo debió adaptarse a mi esencia, a mi ser, a mi camino.
He trabajado muchos años en mi sendero espiritual, he dedicado cientos de momentos a la búsqueda de mi paz interior, de una comprensión mayor. He domado muchos defectos, ya no siento tanto miedo, mi carácter es más estable y muy difícilmente me enojo;  mi ansiedad es más rebelde, pero en todo esto, mirando hacia atrás he mejorado, sin embargo, tanto falta y no por eso abandonaré este sendero.
A pesar de todo, hoy descubro que ya no puedo sólo refugiarme en la meditación, antes me daba tranquilidad frente a esos estados emocionales, lograba mi paz, a veces comprensión, hoy no me da aquel cómodo refugio que tanto necesito.
Sin embargo, mi mente, que durante tantos años  complicó mi existencia, paradójicamente, ahora ella es quien me salva. Quizás por toda mi experiencia acumulada, los conocimientos que logré incorporar, los tropezones que tanto dolieron, todo ello llega a mi mente y me ayuda a evitar, a salvarme de ese paso difícil. 
Hoy mi Alma me contiene, me hace más estable. Gracias al trabajo de mucho tiempo, logrado en tiempos más calmos, al trabajo diario de cultivar mi mente con el mejor conocimiento disponible.
¿Qué puedo concluir entonces? No es que la meditación, o recitar mantras, o el control mental, ni repetir oraciones tan inspiradoras en otros momentos pasados, ni tampoco sostener un ritual diario, ni someterme a mí mismo a un esquema forzado de trabajo, que son el camino seguro para ascender los escalones espirituales por delante. 
Porque como cada caminante debo encontrar que es lo mejor en cada momento de mi camino.
Si es cierto, que en base a un esmerado trabajo de crecimiento espiritual, mi Alma exige a mi mente a someterse en mantener ese crecimiento y así luego puede estar atenta a las agresiones y actuar como un guardián de mi libertad y me ayuda a mantener mi intención aquí y ahora. El presente es el momento para trabajar, para ejercitarme y crecer.
Por ello la mente educada y contenida, esa que ha acumulado conocimiento elevado, aprende a liberarse de pre conceptos de otros, de la carga del pasado, y seguir adelante en su sendero diario.
La rutina del mal pensar lleva a la enfermedad, el trabajo de educación de la mente lleva al libre pensamiento, lleva al verdadero aprendizaje.
Una mente entrenada en este trabajo diario, será mucho más estable para su trayecto del día a día, tendrá fuerza para enfrentar el duro camino que pueda encontrarse.
Una mente que intenta hacer lo correcto, que se esfuerza por mantener su rumbo, en no enojarse, ni preocuparse por lo que le es ajeno o imposible cambiar, una mente que busca comprender y comprenderse.
Aquel que aprende a ofrecer su riqueza a otros, será cada vez más rica, aquel que cuide su libertad y sepa tener la valentía de volar por el mundo para seguir aprendiendo terminará siendo en algún momento un faro que con su luz guíe a otros.
El viaje al mundo interior puede hacerse en la medida que cada uno va logrando, primero mover las piedras interiores, dejar salir de abajo los recuerdos que se escondieron para evitar su dolor, realizar el proceso de comprender completamente esa experiencia.
Un ejercicio de respiración profunda, hace que la mente pueda acceder a actividades más elevadas. Así cada recuerdo traumático podrá ser manejado desde una perspectiva superior, es importante mantener en todo momento conciencia de esa respiración de ese estado de calma interior a pesar que los recuerdos jalen hacia las emociones que nos arrastren al descontrol.
Nunca habrá que preocuparse porque en ese trabajo lleguen las lágrimas, mareos, temblores o traspiración o cualquier malestar físico, es parte del proceso de curación.
Poco a poco esos traumas incrustados en nuestro Ser podrán ser removidos hasta que finalmente queden liberados. Sería como ir haciendo picadillo esa piedra, para dejar limpia esa parte del camino hacia el interior. Una vez que se supera un trauma, podremos bailar imaginariamente alrededor del lugar que ocupaba esa piedra, imaginando que con las manos arrojamos con gracia el polvo de esa piedra para que el viento del cambio se lo lleve al cielo y su luz lo haga resplandecer e ilumine con su brillo nuestra mente con el difícil aprendizaje que esa experiencia nos dejó.
Cada persona necesita aprender sin parar, cambiar las piedras en su camino por conocimientos que pueda ir colgando en las paredes de su tempo interior, así cada vez que ore en silencio puede observar sus logros y pueda entonces recuperar una a una sus capacidades olvidadas.
Las personas que nunca han iniciado su camino espiritual están enganchadas al mundo que las rodea y sus pensamientos se mueven como un corcho al antojo de la marea de los hechos de los demás.
Aquel que domina su mente, que ha logrado su libertad en su paz interior mantiene su foco en su sendero hacia la luz, hacia su crecimiento espiritual, así su sendero se transforma en un camino certero del cual sabe muy bien que paso a paso lo irá recorriendo, cada vez más cerca paradójicamente del infinito; lo infinito del espíritu, lo eterno de la existencia del Ser.
Un abrazo para todos, Paul Barbé