miércoles, 4 de noviembre de 2020

Paradoja de la Fe

 

Dialogo con Santiago

Paradoja de la Fe

Hace algunas noches atrás llegué a la hora de dormir, pero me sentía tan agobiado que en ese estado seguramente tendría un mal dormir. Acostado a oscuras, recordaba mis plegarias de los últimos días, y preocupado pensé, ¿lograré sostener mi Fe?

Tantos años rezando, escribiendo plegarias y repitiéndolas días tras día, sin embargo… aquí estoy con esta tristeza…

De pronto pensé, por qué no hablarle a mi ángel, no pensar, sino hablar, soltar mis angustias, poner en claro que siento, quizás al hacerlo logre alcanzar mi paz.

(No fue al día siguiente que escribí los primeros apuntes de ese diálogo, fue el sábado, una mañana más adelante, escribí gran parte de esta nota, pero recién hoy miércoles logré redondear todo)

Y entonces, aquella noche empecé a hablar a mi ángel.

Santiago, tener Fe es un desafío de creer lo que no puedo comprobar, ni entender.

Entiendo que sin Fe no puedo vivir, pues a lo largo de esta vida todo lo que veo entorno mío tarde o temprano deja de estar a mi lado, o deja de tener valor o significado. Mis seres amados con el tiempo partirán, yo mismo partiré… ¿Cómo enfrentar al dolor, a las pérdidas en esta vida?

Es la Fe en un plano de existencia mejor lo que da sentido a la vida.

Pero, ¿Cómo sostener la Fe? ¿cómo continuar con mis oraciones, si jamás recibiré un mensaje, una comprensión profunda, una certeza?

Recuerdo, los tiempos que perdí mi Fe, viví con una sensación de soledad tan abrumadora que hacía mi vida un continuo sufrir.

¿Es que acaso seré capaz de sostener mi Fe toda esta vida, aun rezando día a día en el más completo vacío de respuestas o compañía?

Entiendo que rezar a condición de ayuda no está bien, no es porque rece cada día que forzosamente deba recibir una bendición que sea capaz de sentir, pero, por otro lado, ¿cómo seguir y seguir rezando al vacío eterno?

Solo he podido comprobar una paradoja, hacer mis rituales cada madrugada me deja tranquilo en el sentido de un deber cumplido, un deber que yo mismo he elegido hacer. Y si por alguna razón no lo hago, me viene una sensación, un sentimiento de falla, de abandono. Mis plegarias de la madrugada me llevan al equilibrio, me ayudan a descartar el agobio de pensamientos egoístas. El refugio de las plegarias en mi templo interior es salvador.

Entonces ¿puedo pensar que, de alguna manera, cumplir con ese compromiso personal me entrega un premio?, buen sí, tranquilidad conmigo mismo.

Volviendo a la paradoja, ¿rezo porque espero un premio? ¿Una bendición? Yo mismo me he repetido muchas veces que no espero nada, pues, si espero y no recibo perdería mi Fe y entonces rezar sin esperar nada es lo mejor. (Una vez más es la paradoja, si rezo sin esperar nada no tendría Fe.)

Y si algún día recibiera algo, por poco que pueda parecer a simple vista, entonces sería feliz.

Sin embargo, tan sólo pensar en ese posible algún día, ya de por sí genera una expectativa que marca un esperar algo. Y quien espera, desespera.

¿Qué puedo esperar? Que algún ser de luz me diga, vas bien, continúa así. O quizás que me diga, mira tu camino correcto es este y no aquél.

¿No es acaso que esperar algo, quien lo hace es mi propio Ego? Pues, si es mi Ego, este a pesar de estar en contra de la pérdida de tiempo de mis rituales de rezos, podría en cierta forma negociar hacerlos si es que en algún momento recibe un premio, como ser, alcanzar la iluminación, ser reconocido como una persona superada o algún otro premio valioso.

Entonces, ¿puedo yo, o mi Conciencia, continuar mi camino solitario sin mensaje ninguno de respuesta?

Bueno, ya llevo varios años haciéndolo, con más o menos esfuerzo o dedicación, pero continúo haciéndolo, es más, puedo decir que mi dedicación ha aumentado y he sido capaz de seguir y seguir, aunque obviamente jamás recibí ningún mensaje, ninguna certeza, pero si, como dije, sentir la paz interior de que haciéndolo me siento cumplir y avanzar un pequeño paso hacia la Luz, quizás insignificante, pero, es un avance.

Cumplir con mi compromiso personal, rezar las viejas oraciones cristianas, rezar mis propias plegarias, es ser fiel a mí mismo, a mi camino elegido, es honrar mi Alma, tan sólo hacerlo me regala paz y equilibrio.

Aunque es extraña la sensación de rezarle a Jesús, a María o a algún Arcángel, y hacerme la idea que estoy siendo escuchado, a pesar del abrumador silencio, sin embargo, dentro de mi Fe, continúo aceptando que así es la Fe, rezar a pesar de todo.

Meditando sobre eso, me pregunto, ¿no será que rezo por el miedo al vacío tras la muerte? Es cierto que el miedo a reencarnar en otra vida sufrida en este mundo me da terror. ¿Entonces espero que mis rezos me permitan ganar el premio de alcanzar finalmente un plano superior?

Y si fuera así, después de todo, dentro de lo humano que pueda ser esperar algo así, ¿qué certeza podría tener? Acaso existe alguna referencia válida y cierta, que, superando un tiempo de meditación y rezos en esta vida, digamos mil horas o siete mil, ¿recibiré la salvación? No, no es así, no hay certezas, ni respuestas.

Que distinto sería si esas mil horas fuesen tal cual el límite establecido, pues miles de personas sin Fe lo harían pues el avance hacia el premio sería fácil de contar, pero entonces no existiría la Fe pues dejaría de tener significado, que paradoja…

Todo es un asunto de Fe, y la Fe está más allá de lo comprobable por nuestra mente, más allá de algo medible y posible de percibir por nuestros sentidos.

Y entonces pobre creyente que soy, qué premio puedo esperar si aún, recibiendo un premio espiritual no sería mi mente capaz de darse cuenta, no lo podría ver, ni tocar, mis sentidos humanos no son para eso. Y tú mente ¿por qué me acosas sobre logros?

¿Dónde está entonces el misterioso valor de la Fe, que reconforta tanto? ¿Cómo puede ser posible entender que aquellas personas que han elegido abrazarse a la Fe, continúan cada día de su vida su camino, aunque jamás reciban ningún consuelo visible, no reciban nada? Y no abandonan su Fe, no abandonan sus rezos y los encuentran como el más valioso refugio en esta vida.

Incluso hay miles de personas cuyas vidas son o han sido una constante prueba de fortaleza, vidas duras y sufridas, sin embargo, en lo peor del sufrimiento quienes tienen Fe continúan con sus plegarias y siempre salen adelante.

Lo más curioso de todo es que la Fe es en sí personal, no necesariamente todos tenemos una Fe parecida a otro, cada persona puede rezar al Dios, santo o ser de luz que considera acertado y sin embargo esa Fe personal funciona exactamente igual a cualquier otra Fe.

La Fe, nos iguala a todos, ricos y pobres, elevados obispos o maestros tanto como simples seres que oramos, pues todos quienes estamos en este mundo buscamos a tientas salir de la oscuridad apoyados en el bastón de nuestra Fe.

El misterioso tesoro de la Fe es así, rezar a lo humanamente desconocido, rezar a lo que no somos capaces de entender ni sentir, es decir no podemos ver, ni oír y sin embargo quien tiene Fe acepta el innegable valor de abrazarse a su Fe, pues esa energía, esa luz invisible da consuelo en el momento mismo que nos enfocamos a rezar con Fe.

¿Acaso no podría entonces pensar que el premio mismo de tener Fe y de rezar, es inmediato?

Sí, porque quien reza con Fe, a sus propias creencias, al hacerlo recibe consuelo y paz pues tiene la certeza que es escuchado.

Pero obviamente, también tiene su gran premio a largo plazo, el más misterioso de todos, ¿importa cuál es? No, sólo importa abrazarse a la Fe y continuar día tras día con nuestras oraciones, y dejar que la luz que nos acompaña nos guíe en ese invisible sendero hacia la Luz.

El valor misterioso (intangible) de la Fe y de la dedicación diaria a la plegaria es justamente la incertidumbre de lo que se avanza.

La sensación de no hacerlo es, al mismo tiempo el faro que alumbra hacia dónde ir, de redoblar el esfuerzo para alcanzar ese lugar, ese estado del Ser que, aunque no tenemos certeza de cómo es, ni dónde está, queremos, anhelamos, ansiamos llegar.

Si Santiago, entonces, reafirmo mi compromiso, continuaré rezando, orando y repitiendo mis plegarias, continuaré cada día de mi vida abrazado a mi Fe, aunque sea poca, y continuaré pidiendo ayuda tan sólo para recibir luz en mi conciencia y así tener más Fe y más convicción que ese es el verdadero camino de mi vida.

Y te pido también que me ayudes a ser capaz de contagiar a otros a abrazarse a su propia Fe y que sus plegarias diarias les ayuden a caminar siguiendo su propio sendero hacia la Luz.

Gracias. Amén.

PD. Podría quizás revisar este artículo muchas veces para intentar mejorarlo, pero temo que perdería su esencia. Entonces, que quede así, y que la Luz de Dios lo bendiga y sea útil para otros. Gracias.