A medida que el tiempo pasa uno tiende a analizar que se ha logrado, cada ciclo de vida que pasa, cada fin de año, cada cumpleaños, vuelve la pregunta interior: ¿Está bien lo que he logrado?
Para quienes iniciaron un día un proyecto de crecimiento espiritual, o también porqué no un camino de crecimiento moral y ético, después de pasado un tiempo llega la misma pregunta...
¿Acaso importa a donde se llegó, acaso importa cuánto falta para alcanzar alguna meta deseada?
No ayuda en nada juzgarse a uno mismo, tampoco autojustificarse por no lograr mantener la voluntad para colocar un ladrillo más para la escalera de ascenso.
Lo que importa siempre para el caminante es, caminar aunque sea un paso.
No es bueno pararse a calcular, tan malo como cuestionarse la velocidad con que se avanza, pues después de todo no se trata de una competencia.
Justamente por eso mismo, por no ser una competencia con otros caminantes, por no tratarse de alcanzar el nivel de cualquier maestro o amigo que consideramos más elevado, no hay que compararse.
Por compararnos podemos sentirnos frustrados, por ponernos metas concretas también.
Importa avanzar, aunque sea dar un pequeño paso cada día. Se aplica aquí aquella fábula de la carrera entre la liebre y la tortuga, ¡Bendita sea la tortuga!
¡Bendito el humilde! pues no sufre por las exigencias.
Cada persona tiene su propio ritmo para evolucionar, lo único que no debemos admitir en nosotros es detenernos, más allá de eso si se avanzan cincuenta escalones hoy, no por eso está bien que luego descansemos veinte días seguidos para festejar.
Los hábitos son muy importantes, se hace muy difícil desprenderse de malos hábitos, pero lograr establecer un buen hábito es realmente valioso.
Algo tan pequeño, aparentemente, como escribía hace tiempo atrás que es muy útil reservar 20 minutos o más por supuesto... un momento del día para buscar la paz interior, rezar, o repetir mantras, cantar en voz baja pero con mucho sentimiento una canción para nuestra alma.
Realizar una tarea espiritual cada día, todos los días del año, genera una sanación tan importante que sólo es posible comprender su valor luego de pasado mucho tiempo. Tal vez suceda que un día nos damos cuenta que nos sentimos vacíos, mal con todo, mal con nosotros mismos, nada parece bueno, nada es suficiente, entonces, ¿que ha pasado?... simplemente han pasado muchos días que abandonamos nuestros viejos ejercicios espirituales diarios.
Hay que descartar totalmente entonces la idea que establece una meta a lograr. Doy un tonto ejemplo sólo para dejar clara la idea.
Supongamos que Paco establece este acuerdo consigo mismo, a partir de ahora todas las noches antes de acostarme a dormir, repetiré estas tres plegarias diez veces cada una, si después de 40 días no veo el cambio en mí, entonces abandono esto porque no es para mí.
Yo le diría a Paco que desde el momento que estableció esa meta, él mismo ya bloqueó la posibilidad de lograr algo, pues cada día irá buscando, comparando y juzgando su progreso, cada vez que termine sus oraciones, quedará por varios minutos pensando: ¿habré logrado algo?, y es muy probable que mientras repite las oraciones establezca mucha importancia en la cantidad de veces que las repite y no en el sentimiento que pone al hacerlas.
El camino espiritual, no es una competencia, no se mide con una vara centimetrada, no se mide en tiempo, tampoco en cantidad de oraciones o del tiempo invertido.
El camino espiritual no es material, entonces es inútil querer medirlo con valores materiales.
Cada persona tiene su propio camino espiritual, tendrá un ritmo natural propio de su persona para avanzar, tendrá a lo largo de su camino barreras que vencer, quizás alguna barrera interior lleve un esfuerzo muy grande y haga parecer que jamás se logrará. A medida que el caminante sostiene su dedicación diaria quizás comience a avanzar más rápido, pero si eso no sucede tampoco es para preocuparse.
¿Acaso se hizo difícil avanzar?... ¿acaso estamos estancados?... Puedo asegurar que ser constante en dedicar un momento cada día... sería como tener un martillo en la mano y golpear un muro para derribarlo, por más que el muro sea grueso y duro, si el martillo golpea diariamente tarde o temprano abrirá el hueco que dejará primero ver hacia el otro lado, y luego pasar por él.
Nunca una persona debe desistir de su esfuerzo personal, es bueno que abandone entonces las metas, las medidas de tiempo, simplemente disfrute su momento diario de trabajo espiritual.
Cuanto más disfrute de ese momento, seguramente mayor será su progreso espiritual
Amigos lectores, ha pasado un largo tiempo que no agregaba un artículo, les pido disculpas y agradezco a quienes consecuentemente han mantenido sus lecturas, gracias, quedo inmensamente agradecido que tanta gente haya leído mi humilde aporte.
Todos aquellos que desean enviar un comentario siéntanse libres de escribir a paul.barbe.n@gmail.com, un abrazo a todos.
Paul Barbé Nion